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“QUIENES ESTAMOS CONSCIENTES DE LA GRAN OBRA DEL GOBIERNO MILITAR,
ANULAREMOS NUESTROS VOTOS EN LAS FUTURAS ELECCIONES (DE CONCEJALES),
EN DEMANDA DE LA LIBERTAD DE LOS SALVADORES DE CHILE ENCARCELADOS,
Y POR EL FIN DEL PREVARICADOR ACOSO JUDICIAL EXISTENTE EN CONTRA DE ELLOS”

sábado, 9 de abril de 2011

La contradicción vital de Van Rysselberghe


Juan Carlos Eichholz
Domingo 13 de Febrero de 2011

No sabemos si las palabras de la intendenta del Biobío a un grupo de pobladores, asegurándoles subsidios de reconstrucción que no les correspondían, constituyeron un acto de voluntarismo, un engaño o una promesa fundada en alguna irregularidad que ella habría estado dispuesta a propiciar o que derechamente propició. Aún no lo sabemos.

Sí sabemos que Jacqueline van Rysselberghe se ha ganado un importante respaldo ciudadano en Concepción -tres veces electa alcaldesa en una zona con fuertes raíces de izquierda-, que ha llevado adelante una gestión marcada por su presencia en terreno, y que no se le conocen actos de corrupción (el déficit municipal ha sido atribuido a desórdenes administrativos, al menos hasta aquí). En otras palabras, podría decirse que estamos en presencia de una muy buena ex alcaldesa y hoy intendenta, y que aquello de lo que ahora se la acusa es algo excepcional o, lisa y llanamente, falso.

Pero si se quiere mirar más en profundidad, entonces esa supuesta excepcionalidad no es tal. Y es que la intendenta es de aquellas personas que prefiere pedir perdón antes que pedir permiso, que cree ser siempre ella la que está en lo correcto cuando se dan discrepancias, que tiene un fuerte sentido de misión en aquello que hace, que se inclina más por la acción que por la reflexión; que, en fin, privilegia el resultado más que el proceso para llegar a él. Por eso es que dijo lo que dijo a esos pobladores, y por eso también es que ha sido criticada por excluir a sus aliados políticos en el trabajo regional, y por eso es que se enfrentó con medio mundo después del terremoto -con los personeros del gobierno de Bachelet y con los del actual-, y por eso es que ha sido catalogada de sectaria, y por eso lleva la etiqueta de mujer conflictiva y de armas tomar. Por lo mismo, no es raro que hoy esté nuevamente haciendo noticia por actuar como patrona de fundo; no hay nada de excepcional en su actuar.

Y qué hay de malo en todo eso, podría preguntarse usted. Finalmente, estamos frente a una persona con un ángel especial, que actúa por vocación y con pasión, que se entrega por completo a la gente, que tiene iniciativa, que habla de frente. Sin embargo, hay un punto que no puede soslayarse y que hace toda la diferencia: en el mundo privado hay un dueño del fundo, lo que no ocurre en el mundo público, en que el fundo nos pertenece a todos, y quien lo dirige lo hace sólo temporalmente y como mandatario de otros. En eso consiste la democracia, ni más ni menos.

Pero a Jacqueline van Rysselberghe le cuesta verlo de este modo. Para ella, sus buenas intenciones, su sentido de misión, su capacidad para entregarse por entera a su rol -aun si se encuentra en período posnatal-, todo eso, son motivos suficientes para que las cosas tengan que ser del modo en que ella las concibe. Nada de negociaciones, nada de esperar, nada de transar. Quien no está conmigo, está en contra mía. Quien no ve lo que yo veo, está ciego. Quien no cree en lo que yo creo, está equivocado. Es esa suerte de mesianismo la que la hace lanzarse a actuar -siempre motivada por un profundo espíritu de servicio-, pero pasando por encima de otros, marginando a quienes no están con ella, deslegitimando a quienes piensan distinto de ella. En resumen, actuando como dueña del fundo, nunca pidiendo permiso, y ocasionalmente pidiendo perdón. Extremándolo un poco, la intendenta se parece a George W. Bush en su forma de entender la política y de actuar en ella: al final del día, aquella no es más que la lucha entre los buenos y los malos, en un campo dibujado de blanco y negro.

Todo esto lleva a que Jacqueline van Rysselberghe sea prisionera de una contradicción vital, aunque ella no se dé cuenta. Y es que no basta con querer hacer el bien; hay que saber construirlo en conjunto con otros, para hacerlo sustentable. Ahí es donde ella falla, donde sus buenas intenciones se ven coartadas por su forma de actuar, que es más personalista que involucradora, más apatronada que empoderadora.

Y quizá cabría preguntarse, si es que usted ya no lo ha hecho, hasta qué punto esta contradicción de la intendenta ha sido también una clásica contradicción en la derecha, y al mismo tiempo, por lo tanto, su gran desafío.

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